¿Se imagina escapar del ruido, los atascos y el bullicio de la capital sin tener que desplazarse durante días y días? En ese caso, Analândia es el destino adecuado: la localidad, a sólo 3 horas de São Paulo, demuestra que no hace falta ir muy lejos para disfrutar de la paz del campo.
No hay atascos, edificios ni centros comerciales. De hecho, las atracciones locales son bastante diferentes de lo que estamos acostumbrados: tranquilidad y paisajes bucólicos que no hay que perderse, con opciones para los que disfrutan del turismo de aventura. Analândia es, por tanto, la elección perfecta para renovar energías lejos de la metrópoli – y sumergirse de lleno en la naturaleza.

Analândia tiene tranquilidad y aventura a partes iguales
Con poco más de 4.500 habitantes, la localidad es un oasis de calma en medio de tanto caos urbano. No hay rascacielos ni semáforos: el propio ayuntamiento prohíbe este tipo de construcciones para preservar la esencia del campo. Así, el destino es uno de los más intrigantes del interior de São Paulo, con un ambiente verdaderamente bucólico y sencillo.
Sin el ajetreo de la gran ciudad, el tiempo parece incluso ralentizarse, haciendo los días más largos y tranquilos. Es como viajar en el tiempo y conocer la São Paulo de antaño, sin rascacielos que tapen el cielo ni hordas de coches llenando las calles de la ciudad.

¿Qué hacer en la ciudad?
Aunque tranquila, la ciudad también esconde imperdibles atracciones de naturaleza y aventura. Lo más destacado es el Morro do Cuscuzeiro, una imponente roca de arenisca que se ha convertido en la postal de Analândia. Es el lugar perfecto para los amantes del senderismo y la escalada, o simplemente para admirar el paisaje virgen que lo rodea.
En los días calurosos, también merece la pena visitar las cascadas de la región. Analândia cuenta con más de 700 manantiales, con cascadas perfectas para refrescarse. Como la cascada de Ponte Amarela, perfecta para bañarse, o la del Salto Major Levy, que encanta con sus 25 metros de caída.
Por último, no deje de explorar las cuevas de la región. Algunas de ellas, como la Gruta do Índio y el Abrigo do Alvo, tienen pinturas rupestres de hasta 7.000 años de antigüedad.
