Cualquiera que pase por la Rua General Osório, en el barrio de Santa Ifigênia, se sobresalta al ver el edificio Júlia Cristianini. La fachada se encuentra en avanzado estado de deterioro, con riesgo de incendio y derrumbe, lo que lleva a muchos viandantes a pensar que se trata de un edificio abandonado. Pero la impresión es engañosa: en él viven más de mil personas, que se enfrentan a riesgos estructurales e incluso a delitos atroces.
Este escenario le ha valido al condominio el sobrenombre de «Sarajevo«, en alusión a la capital bosnia que quedó en ruinas tras las guerras del siglo pasado. Conozca su historia.

Un edificio (casi) abandonado
El edificio se construyó en la década de 1940 en el solar del antiguo Cine Astoria, con la promesa de revolucionar la arquitectura residencial de São Paulo. Las obras, sin embargo, nunca se terminaron del todo.
Júlia Cristianini, propietaria del solar y financiadora de la promoción, alegó que la falta de cemento en el mercado dificultó la finalización de la obra, algo que no afectó a otras constructoras, dado que São Paulo vivía entonces un boom inmobiliario. Por esta razón, los periódicos llegaron a especular con la posibilidad de que las obras se hubieran paralizado por falta de fondos.
Los primeros residentes llegaron en 1946 y tuvieron que hacer frente a diversas dificultades derivadas de un edificio inacabado. Con el tiempo, la mala gestión de los fondos y la falta de renovaciones empeoraron aún más la situación, hasta el punto de que a menudo se desprendían partes de la fachada y caían sobre la acera. Por este motivo, se instaló una barandilla de madera entre la acera y el primer piso para garantizar la seguridad de los peatones.
Inseguridad en el edificio Júlia Cristianini
Actualmente, el edificio plantea riesgos para los residentes y los vecinos. Además de la posibilidad de que la estructura se derrumbe, lo que le ha valido la reputación de «treme-treme«, el edificio también se enfrenta a graves problemas internos.
Allí se han producido robos, tráfico de drogas, torturas e incluso asesinatos, por lo que las puertas de los pisos están atrancadas y los residentes afirman llevar armas blancas (como cuchillos o navajas) cuando caminan por los pasillos.
Hace décadas que se debate sobre las reformas. Hay planes de revitalización y mejora de la seguridad, pero muchos pisos están en mora y no hay dinero suficiente para poner en marcha las ideas. A pesar de tantas dificultades, en los 243 pisos de Júlia Cristianini viven más de mil personas, entre propietarios e inquilinos.